He visto a muchas mujeres y un tanto de hombres, postrados en su casa, encerrados en su habitación: con las cortinas cerradas, con la luz apagada, sin responder a llamados de su familia ni llamadas del exterior, intentando dizque reconocerse a sí mismos, descuidando su presentación personal y buscando respuestas a preguntas no resueltas.
La pregunta es, ¿encontraran respuestas así, aislados y encerrados?, con seguridad, ¡No! Más bien, los cuestionamientos seguirán, las dudas permanecerán y la inseguridad continuará creciendo como bola de nieve alimentándose con la caída de ánimo y alejándose de cualquier intención propia o ajena de felicidad. ¿Entonces, qué hacer? Con la venia de ustedes, estimados lectores, mi recetario es el siguiente:
¿Sufriendo porque su pareja es infiel, coqueto, irresponsable, borrachín?
Más bien, remóntese al pasado cuando lo conoció, iniciaron conversaciones, la manera como la trataba, si era celoso, con qué facilidad o dificultad se enojaba, la forma como se dirigía a la madre, cómo bebía licor, cómo trataba a quienes lo atendían, si se alteraba al conducir, pero, lo más importante, si lo notaba y si el filtro de su personalidad lo tenía en cuenta o no.
Tal vez, esos procederes le indicaban “red flags”, (banderas rojas) y usted hizo caso omiso, predominando el amor por su pareja y nunca el amor por sí mismo. Entonces, que hace ahora quejándose, sí la culpa fue totalmente suya.
Para que lo anterior no vuelva ocurrir, sencillo: cuando esté conociendo a alguien detalle esos comportamientos relacionados anteriormente, reaccione y figúrese el futuro que le podría deparar con las consecuencias para ser una persona infeliz y todo porque siempre reaccionaba más con el corazón y menos con la razón.
¡No! Fundamental, la persona que más debe querer, es a usted mismo y después los demás. Eso es todo. Bueno, por ahora; espere la siguiente…
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